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El tesoro del Catecismo de la Iglesia
 
Una de las tres tareas encomendadas por Jesucristo a la Iglesia, fundada por Él, es la labor docente, por medio del Magisterio de la Iglesia. Su tarea es poner la instrucción cristiana al alcance de todos y a lo largo de los años. El propósito es hacer que los bautizados seamos conscientes del don recibido de la fe, conozcamos el camino de la salvación, aprendamos a adorar a Dios, vivamos en justicia y santidad, contribuyamos al crecimiento del Cuerpo Místico de Cristo.
Ana Teresa López de Llergo
 
EUM SEIE 17 octubre 2017.-
 
Esta labor es una función Profética porque se enseña la Palabra de Dios llevada a cabo por Cristo, los Apóstoles, las Profetas del Antiguo Testamento y ahora por el Magisterio de la Iglesia. Es obligación gravísima de los pastores dar educación cristiana, especialmente a los jóvenes que son la esperanza de la Iglesia. Los pastores pueden contar con la ayuda de feligreses, pero han de asegurarse de que estén bien formados.
Un instrumento magnífico, al alcance de todos es el Catecismo, allí se presenta una enseñanza elemental, a base de preguntas y respuestas. Los responsables de las circunscripciones territoriales, fueron elaborándolos para conducir a sus feligreses. Algunos catecismos por su accesibilidad traspasaban fronteras.
En los inicios de la evangelización en nuestras tierras del Continente Americano, muy pronto se elaboraron catecismos en las lenguas de los indígenas.
A raíz de las reformas luteranas el Santo Papa Pio V, recoge la propuesta del Concilio de Trento, de contar con un catecismo para la Iglesia universal y se elabora el Catecismo de San Pio V. En el Concilio Vaticano II vuelve a solicitarse un catecismo actualizado para toda la Iglesia.
Hace 25 años, el 25 de junio de 1992, el Papa San Juan Pablo II aprobó la elaboración de un nuevo texto del Catecismo de la Iglesia Católica. En el mismo año, el 11 de octubre, en el trigésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, redacta la Constitución Apostólica “Fidei depositum” –conservar el depósito de la fe-. Allí manifiesta que desea llevar a cabo la encomienda de Juan XXIII de custodiar y explicar mejor el “depósito precioso de la doctrina cristiana”. Marca un plazo de cuatro años de trabajo para entregar a los Pastores y a los fieles exposiciones doctrinales y directrices pastorales.
También recuerda Juan Pablo II que un catecismo debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la tradición viva de la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padre, de los santos y santas de la Iglesia, para que se conozcan mejor los misterios cristianos y se reavive la fe del Pueblo de Dios.
El 15 de agosto de 1997, Juan Pablo II en la Carta Apostólica “Laetamur magnopere” –es motivo de gran alegría-, aprueba la edición latina del Catecismo de la Iglesia Católica, que luego se traduce fielmente a las lenguas vernáculas.
En esta Carta Apostólica, Juan Pablo II explica que el Catecismo lo ha preparado una Comisión erigida en 1993 y presidida por el Cardenal Joseph Ratzinger.
Y, el resultado es un texto con citas que proporcionan a los lectores un acercamiento a los estudiosos de todas las épocas de la Historia de la Iglesia, además de contar con un índice temático donde podemos consultar y salir de nuestras dudas.
La estructura de este último Catecismo de la Iglesia ya no es a base de preguntas y respuestas, por eso, más adelante el mismo Ratzinger, como Papa Benedicto XVI, en el año 2005 aprobó y publicó un Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Las preguntas y respuestas, compilan los elementos fundamentales de la fe de la Iglesia, para facilitar a los fieles la manera concisa de explicar tan delicadas cuestiones.
El Catecismo tiene cuatro partes. La primera es: “La profesión de la fe”. En la primera sección, se encuentra la explicación de cómo Dios se dirige a los seres humanos por medio de la Revelación. En la segunda sección está el Símbolo de la fe para mostrar los dones que Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo- nos da.
La segunda parte se titula “Los sacramentos de la fe”. En la primera sección se encuentran las acciones sagradas de la liturgia de la Iglesia. En la segunda sección, la explicación de cada uno de los siete sacramentos.
La tercera parte trata de “La vida según la fe”. La primera sección expone el fin último del ser humano creado a imagen de Dios, las bienaventuranzas y cómo alcanzarlas, mediante un obrar recto y libre, con la ayuda de la ley y la gracia de Dios. En la segunda sección: los diez mandamientos de la ley de Dios.
En la cuarta parte está “La oración en la vida de la fe”. La primera sección hace ver la importancia de la oración para los creyentes. En la segunda sección se comentan las siete peticiones del Padre nuestro.
Al final de cada tema hay un breve resumen que facilita memorizar lo esencial. O dar un primer acercamiento rápido al contenido.
El prólogo termina subrayando que es muy importante conocer la doctrina pero sobre todo lo más importante es aprender a amar a Dios, como una experiencia de conocimiento, confianza y abandono.
El 11 de octubre de este año, en el Vaticano, el Papa Francisco ante cardenales, obispos, sacerdotes, teólogos y estudiosos precisó detalles que acompañaron la elaboración del Catecismo, por ejemplo, dijo que San Juan XXIII deseaba y quería que el Concilio “no condenara en primer lugar los errores, sino sobre todo que la Iglesia presentara, con un lenguaje renovado, la belleza de su fe en Jesucristo”.
El estudio del Catecismo nos descubre la certeza de la fe de ser amados. Y quienes aman quieren saber más sobre el ser amado, para descubrir la riqueza que se esconde en Él y que cada día emerge como una realidad siempre nueva, aseguró el Papa.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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