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¿Funcionarios públicos honestos?
 
A mí me molestó y supongo que, a otros muchos, un mensaje del Gobierno diciendo que, en las catástrofes del mes pasado, hubo una participación destacada y admirable de la población, las fuerzas armadas, organizaciones de la sociedad civil… y funcionarios públicos. Me molestó porque me pareció un burdo intento de “lavarse la cara” de la corrupción que se percibe en nuestros funcionarios públicos.
Antonio Maza Pereda
 
EUM SEIE 17 octubre 2017.-
 
México, desgraciadamente, es el país que ocupa el lugar 123 de 176 en el índice mundial de corrupción, donde una calificación de 1 significa el país menos corrupto y 176 el más corrupto. Hablar aquí de funcionarios públicos honestos suena casi a una contradicción en términos, como sería un círculo cuadrado o un hielo caliente.
He reflexionado sobre el tema. Con el debido respeto, ahora me atrevo a pensar diferente. Porque conozco de primera mano funcionarios públicos que hacen su mejor esfuerzo, que trabajan más de lo que dice su contrato, que se capacitan y que después de largos años de servicio se retiran en condiciones consistentes con el salario que percibieron. O menos. Recordé a bomberos, médicos de hospitales públicos, funcionarios de protección civil y otros más que entregaron muchas horas y tomaron serios riesgos trabajando hombro con hombro con la población, rescatando víctimas de los sismos. Sin olvidar a las fuerzas armadas. Todos poniendo lo mejor de sus esfuerzos para aliviar en algo la tragedia. Y ahora me consta de primera mano, por verlos en acción a unos metros de mi vivienda.
Esto no quiere decir que no haya corrupción de funcionarios públicos o que no haya quienes pongan sus intereses personales y de grupo antes de su deber. Los hay y son muchos, pero es injusto generalizar. En primer lugar, hay que separar a la clase política de los servidores públicos. Porque, evidentemente, la mayoría de los funcionarios públicos no son miembros de esa clase. Aunque a veces los inscriban forzosamente en el partido en turno y les pidan contribuciones “voluntarias” para los dirigentes políticos. En ocasiones también pensamos en que todos actúan igual que sus dirigentes sindicales, a los cuales tienen que obedecer para que no les apliquen la “cláusula de exclusión”, que les puede hacerle perder el empleo.
Ante el terrible problema de la corrupción, uno de los pasos importantes es el desarrollo de un servicio civil de carrera. Una serie de reglamentos que eviten que las plazas de servidores públicos se vendan, se asignen a los correligionarios de partido o que los ascensos se asignen a petición de los sindicatos o mediante el escalafón ciego, todo ello sin tomar en cuenta la capacidad de los funcionarios. Esto es imprescindible para que no sigamos teniendo el trauma sexenal o trienal de la llegada de nuevos funcionarios “con su equipo”, desplazando a los expertos en cada tema y trayendo nuevos funcionarios que tienen que volver a pasar por una curva de aprendizaje, con la consecuente confusión e ineficiencia que acompaña a cada nuevo funcionario. Sería indispensable que los reglamentos del servicio civil de carrera solo permitieran que los partidos en el poder nombren a secretarios y subsecretarios de estado y tal vez algunas direcciones generales con impacto político, pero no aquellas encargadas de temas operativos.
El fin de esta plaga de la corrupción no vendrá como una merced que nos haga la clase política. Vendrá de la unión de todos los que somos o hemos sido víctimas de la corrupción. Incluyendo a los propios funcionarios públicos, los honestos, que también han sido víctimas. Ellos son tan ciudadanos como los demás y, en su gran mayoría, quieren el bien de este país. Nuestro México necesita sanar de una profunda herida. La herida de la desunión, que le ha permitido a los corruptos, que son una minoría, lucrar en puestos políticos, gubernamentales y también en posiciones de poder en el sector privado. Son minoría, pero los que somos mayoría estamos desunidos. No, no se trata de que todos pensemos igual. No se trata de que no tengamos diferencias. Se trata de que, en este tema, encontremos un campo en común que nos permita colaborar, contribuir y apoyar, no solo a pesar de nuestra diversidad de pensamiento sino incluso celebrando la riqueza de nuestras diferencias que no nos impiden desear salir de ese fangal que es la corrupción.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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