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Relaciones conyugales “enfermas” necesitan de terapia
 
Un matrimonio como cualquier cuerpo sano puede sufrir enfermedades. Así, como para el cuerpo, para una unión conyugal o de pareja “enferma” también existen terapias y médicos que en este caso son los terapeutas, psicólogos, consultores familiares o sacerdotes que pueden devolver la salud al matrimonio en crisis.
Lucía Legorreta
 
EUM SEIE 15 febrero 2018
 
¡No hay que tenerle miedo a las terapias! Cuando nos duele alguna parte del cuerpo no dudamos en acudir con un especialista, pero cuando se trata de nuestro matrimonio lo ponemos en duda.
En los últimos años el número de separaciones y crisis dentro del matrimonio han aumentado considerablemente, hasta el punto que muchas parejas tratan de buscar soluciones a sus problemas de comportamiento por medio de ayuda profesional.
Conviene aplicar en la vida matrimonial, dos consejos fundamentales de toda la medicina: la prevención y la curación.
A veces la prevención consistirá en no tocar un tema espinoso, en otras ocasiones habrá que encontrar el momento adecuado para tender un puente.
Habrá otros momentos en los que será necesaria la “intervención curativa”. En algunas ocasiones bastará con una medicina sencilla: un poco de silencio, ceder, pasar una notita escrita para pedir perdón, poner sobre la mesa algún tema difícil y doloroso para aclarar lo sucedido, aunque eso cueste tragar mucha saliva.
Otras veces, sin embargo, se exigirá una operación más profunda, habrá que recurrir al “cirujano”. Cortar, limpiar, añadir nueva sangre por medio de transfusiones, incluso realizar un “trasplante de corazón” para que el viejo, ya incapaz de amar por la pesada carga del aburrimiento o por rencores alimentados todos los días, reciba nuevos bríos.
Pueden darse situaciones en las que se piense, como última solución, la separación. Pero, si seguimos con la analogía de la salud, veremos que esta medida es algo así como la aceptación de la muerte: dejamos de buscar el difícil camino de la medicina para dejar que la enfermedad destruya lo poco sano que queda en pie.
Soy consciente que existen situaciones extremas que justifican una separación en el matrimonio, pero también he observado que son mucho más los casos que pueden salvarse con una adecuada intervención.
Hay terapias individuales y de pareja.
El abordaje más común para los problemas de pareja, ha sido hasta ahora, la terapia individual: terapia o análisis de cada uno en forma sucesiva por el mismo terapeuta, terapia realizada paralelamente por dos terapeutas (con consultas periódicas entre ellos) y ocasionales sesiones cuadrangulares, grupo terapia de pareja, cónyuges en grupos separados y terapia con la pareja y las familias de origen.
El Doctor Andolfi, especialista en el tema, afirma que hay “tres pacientes: el marido, la mujer y la relación”, por eso la terapia puede enfocarse dinámicamente en uno o en otro.
Considera como meta de la terapia que acepten la existencia de expectativas irracionales sobre la relación derivada de la familia de origen (ideas falsas con las que se casaron), comprendan mejor al compañero, enfrenten sus propias necesidades, mejoren la comunicación, se gusten un poco más y hayan aprendido a afrontar los problemas que surgen entre ellos.
La mayoría de las personas que inician una terapia lo hace para cambiar a su pareja: esperan el momento de contar a un profesional lo enferma, irreflexiva y descariñada que es su pareja.
En estos casos, no se acepta la sugerencia de que cada uno debe asumir la responsabilidad del cambio y el no encontrar al árbitro, suele ser un motivo frecuente de deserción.
La idea de cambiar al otro en general, no funciona. La única forma de cambiar al otro es cambiando uno mismo, porque al hacerlo, el otro debe cambiar necesariamente de conducta o actitud, al no poder ya responder a las conductas predecibles de la pareja.
Pero también existe un encubierto temor a que el otro cambie, porque podría no quererlo más. Este es otro motivo para tratar a la pareja junta, de manera que puedan compartir el proceso.
Suele suceder que la mujer acude más fácilmente a terapia, mientras que el hombre no lo considera necesario. Como hemos mencionado, la terapia para que funcione debe de ser de ambos.
Si tu relación está “enferma”, no lo dudes ya, acude a un especialista serio y ético. Sino conoces a alguno, ponte en contacto conmigo y con mucho gusto te recomiendo a alguien.

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Lucía Legorreta de Cervantes
cervantes.lucia@gmail.com
www.lucialegorreta.com
Facebook: Lucia Legorreta
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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