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San Isidoro, familia, internet
 
¿Qué relación tienen las palabras del título de este artículo? Sí la tiene. Así es la vida: rica en contenidos, llena de oportunidades. Frente a ese panorama estamos cada una de las personas, primero como espectadoras admiradas, para, en seguida, como lo espera la vida -en esencia dinámica- que hagamos nuestro papel, un papel diseñado especialmente, no es impuesto, pues asume nuestra libre respuesta -afirmativa o negativa-. Y además, pide sucesivas respuestas.
Ana Teresa López de Llergo
 
 
La reciente Exhortación Apostólica de Su Santidad “Gaudete et exsultate”, Alégrense y regocíjense, en español, fortalece el amplísimo panorama de la vida. Se trata de un documento cercano dada su estructura totalmente pedagógica y a la vez produce regocijo por el futuro que nos propone: la santidad. Entendida la santidad como el cultivo de la amistad con Jesús. El segundo párrafo nos lo recuerda: ser “santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1,4).

En el cuarto párrafo nos recuerda que no estamos solos contamos con la ayuda cercana y el ejemplo de otras personas que alcanzaron su meta, la santidad. Han llegado a la imperecedera amistad con Dios y por eso, nos rodean, guían y conducen. Cada santo realiza un diseño único, entonces cada santo nos ofrece un ejemplo único, nuestra tarea es descubrir cuál puede ser más semejante y tratar de imitarle, pues su camino le llevó al triunfo.

Un modo de conocer a los santos nos lo ofrece el santoral de la Iglesia católica, pues cada día se festejan varios santos, por ejemplo, a San Isidoro de Sevilla lo recordamos el 4 de abril –aunque en Guatemala lo celebran el 26 de abril, al día siguiente de haberle declarado Doctor de la Iglesia por Inocencio XIII en 1722. Su nombre viene de “isis” –divinidad- y “doro” –regalo-, regalo de Dios.

El modo indómito de Isidoro se forjó en la familia, con la huella de la vida congruente de su madre y su padre, y la guía de Leandro su hermano mayor a la muerte de sus padres. Ese entorno dio a la Iglesia tres obispos canonizados: Leandro, Fulgencio e Isidoro, y la hermana Florentina religiosa y santa. Isidoro no sería lo que es sin esa familia.

Isidoro nació el año 560. Hijo de Severiano o Severino de familia hispano-romana con elevado rango social y de Teodora o Túrtura, emparentada con la realeza visigoda, radicados en Cartagena, España. Aproximadamente en 554 se trasladan a Sevilla, aún a costa de sus tierras, pues la conquista del bizantino Atanagildo impediría su lealtad al derrocado rey Agila I. Al poco tiempo de llegar a Sevilla, mueren Severiano y su esposa. Leandro, el mayor se hace cargo de sus hermanos. Culto y piadoso inculca en Isidoro la pasión por los clásicos y sus convicciones espirituales. En el año 578, le nombran obispo metropolitano de Sevilla, luego le sucederá Isidoro.

Con una memoria prodigiosa y rasgos virtuosos Isidoro no era un alumno ejemplar; se escapaba de la escuela, pero Leandro mantuvo firmeza en la educación. Isidoro se abrió a la actividad intelectual y la compaginó con la atención a los problemas sociales y políticos del momento, orientándolos para que no oprimieran las creencias.

Es el último de los padres latinos. Se formó con los textos de Marcial, san Agustín, Cicerón y san Gregorio Magno, del que fue muy amigo. Escribió las Etimologías, compendio de la ciencia antigua. También escribió La historia de los Visigodos, biografías de hombres ilustres y obras filosóficas, lingüísticas e históricas. Fue ejemplar por su caridad con los pobres. Su lucha interior le llevaba a negarse a sí mismo. A la muerte de Leandro, le sucedió como Obispo por 38 años. Cuidó la formación de los sacerdotes de modo que en cada diócesis había un Colegio para ellos, esto es el antecedente de los Seminarios.

Presidió dos concilios, el segundo de Sevilla en 619, y el cuarto de Toledo en 633. En una época de desintegración de la cultura clásica, de violencia e ignorancia entre las clases dominantes, Isidoro impulsó la asimilación de los visigodos, que ya llevaban dos siglos en Hispania, con la conversión del arrianismo al cristianismo. Completó el misal y el breviario mozárabes que su hermano Leandro comenzó a adaptar de la antigua liturgia española.

San Ildefonso, su discípulo dijo: «la facilidad de palabra era tan admirable en san Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas».

Antes de morir, pidió perdón por sus faltas a amigos y enemigos, y rogó que oraran por él. Dio todo lo que tenía a los pobres y el 4 de abril del año 636 entregó su alma a Dios. El concilio de Toledo lo denominó «gloria de la Iglesia católica». En 1063 sus restos fueron trasladados a León y allí reciben culto. Fue canonizado por Clemente VIII en 1598.

Las virtudes que cultivó hicieron que sus actos trascendieran el espacio y el tiempo, de modo que en 2001 fue elegido patrono de internet.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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