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AMLO, el G-20 y el G-4
 
López Obrador tiene el síndrome del Jamaicón llevado a su máxima expresión.
Juan Ignacio Zavala
 
EUM SEIE 24 noviembre 2020.-
 
El presidente López Obrador apareció nuevamente en la escena internacional. El oso no fue muy grande, por decirlo de alguna manera, pero su intervención no estuvo exenta de esos pasajes de pena ajena a los que nos tiene acostumbrados y que seguramente ya son parte de la comidilla internacional.
Es probable que algunos mandatarios, aburridos por lo densas que pueden ser estas reuniones internacionales –y más aún vía electrónica– encuentren en las intervenciones del presidente mexicano un momento de entretenimiento y diversión, una suerte del momento cómico de la reunión. Uno puede imaginar al presidente francés, Emmanuel Macron, diciendo a sus asistentes: “Avísenme cuando vaya a hablag el mexicano, me pagece muy gacioso, la vez pasada dijo unas cosas de que Mussolini era hegedego de un mexicano o algo así gealmente de gisa loca”; o al presidente español preocupado porque lo meta en problemas: “Joder, avisen qué dice el mexicano que a la mejor nos exige disculpas por lo de hace 500 años. Coño, que se necesita tenerlos de mármol para pedir eso, como si el tipo se llamara Moctezuma, pero es Andrés Manuel López, si podría ser abarrotero en Alicante, joder. Hasta el papa está hasta los cojones con lo de las disculpas”. Esto es, si a AMLO le gusta que se hable de él, seguramente lo está logrando.
Para nosotros los mexicanos es conocido que nuestro presidente tiene miedo del exterior, no le gusta el mundo, lo ve como algo ajeno y peligroso en el que nada más se pueden aprender malas mañas y conseguir malas amistades. Son múltiples las muestras que ha dado al respecto, además de repetirlas constantemente, como las referencias que hace a la película El Padrino en que insiste que don Corleone mandó a su hijo a una universidad extranjera y que ahí se echó a perder. Además de dar risa ese comentario, deja en claro que el presidente es el único que ve cosas en las películas –y en la realidad– que nada más suceden en su mente. López Obrador tiene el síndrome del Jamaicón llevado a su máxima expresión.
No sabemos qué piensa el presidente de las reuniones internacionales, pero en el G-20 sintió que debía decir una especie de resumen de lo que él considera logros y que para muchos es un verdadero desastre. El presidente mexicano habló de la “grave crisis” económica que atraviesa el mundo, pero que en México se ha podido controlar gracias a que se abandonaron “las recetas neoliberales”, que ahora no se rescató “a los de arriba”, que se ayudó a “los de abajo” de la pirámide social y luego “subió a la cúpula”. Ya entusiasmado con sus grandes éxitos mencionó que este año las tiendas “venden más que el año pasado”, que, como había pronosticado, la crisis sería en forma de “u ve” y ahora ya estamos “saliendo del hoyo”; para sorpresa de todos habló de cifras de empleo del IMSS, lo que sin duda impactó a la comunidad internacional. Total, que fue nuevamente un oso, pero ya no el vergonzoso episodio de andar hablando de Mussolini ante los líderes de otros países.
Eso en cuanto al G-20. Lo que tampoco sabemos es por qué pertenecemos al G-4, ese ridículo grupo que se resiste a reconocer a Joe Biden como ganador y que lo conforman Corea del Norte, de Kim Jong-un; Brasil, de Jair Bolsonaro; Rusia, de Vladimir Putin, y México, con Andrés Manuel López Obrador.
Así, entre el oso en el G-20 y el ridículo del G-4, está la presencia de este gobierno en el mundo.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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