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Talibanes, Nicaragua, Venezuela y otros…
 
Negras sombras de atraso, miedo y desolación se ciernen sobre Afganistán, un país de difícil geografía debido a que el 75 por ciento de su territorio es áspero y montañoso.
Nemesio Rodríguez Lois
 
 
Tras la decisión del presidente Joe Biden de que abandonasen Afganistán las tropas de los Estados Unidos que llevaban allí veinte años, el avance de los fanáticos talibanes fue incontenible, tanto así que el control total del país fue una especie de paseo triunfal.

A partir del momento en que los talibanes se apoderaron de Kabul, capital del país, el terror entre la población fue de tales dimensiones que incluso algunos intentaron huir colgados de las alas de los aviones que despejaban del aeródromo.

Ahora bien, si el terror es general entre la población, quienes más habrán de sufrir son las mujeres debido a que el fanatismo de los talibanes es de tales características que no solamente se les prohíbe llevar pantalones, sino que se les impide estudiar para elevar su nivel cultural.

Negras sombras de atraso, miedo y desolación se ciernen sobre un país de difícil geografía debido a que el 75 por ciento de su territorio es áspero y montañoso.
Hemos visto en los noticieros que pasan por televisión el llamado angustioso de muchas periodistas afganas que, al no poder ejercer su profesión, les suplican a las potencias occidentales que impidan el retorno de la barbarie.

La Unión Europea, por voz el encargado de los asuntos exteriores, respondió que “debido a que los talibanes ganaron la guerra, habrá que entenderse con los talibanes”.

Bueno, eso de “ganar la guerra” es una opinión puesto que los talibanes jamás hubieran salido de las cuevas donde se refugiaban si las tropas norteamericanas no hubieran abandonado el país.
Una vez más se ve cuan cierto es aquello que dijera el diplomático estadounidense John Fuster Dulles cuando afirmó que “los Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses”.

Y es que, a raíz de que los rusos invadieron Afganistán a fines de 1979, los Estados Unidos temieron que el imperio comunista se extendiese hasta el Océano Índico.
Fue entonces cuando, con el fin de crearle problemas a la Unión Soviética, los Estados Unidos apoyaron a los grupos radicales islámicos que vivían en Afganistán.
Los apoyaron y al hacerlo les crearon un grave problema a los rusos por la retaguardia y esa fue una de las causas de la caída del Muro de Berlín.
Fue entonces cuando surgió la figura del talibán Osama bin Laden, quien organizó el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

A raíz de eso, el presidente George W. Bush invadió Afganistán, derrotó a los talibanes y todo parecía indicar que aquel país se acabaría incorporando a la cultura occidental.

Allí estuvieron los norteamericanos durante veinte años hasta que, un infortunado día, Joe Biden decidió retirarse dejando a los afganos abandonados a su triste suerte.

“Los Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses”, frase que volvió a comprobarse.

Y es que, cuando Afganistán resultó útil a la Casa Blanca como medio de presión a los comunistas, los yanquis apoyaron a dicho país; pero una vez que dejó de ser útil lo abandonaron.

Quizás sea esa la explicación por la cual, a pesar de la prepotencia del dictador venezolano Nicolás Maduro y de la represión impuesta por el nicaragüense Daniel Ortega, los Estados Unidos miran hacia otro lado cruzándose de brazos.

Ambos países -y no digamos Cuba desde hace más de 62 años- se encuentran abandonados y sin la menor esperanza que los Estados Unidos puedan ayudarles.

“Los Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses” y en los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua es algo tan cierto como un dogma.

Ante todo lo anterior… ¿Qué tanto podemos confiar los mexicanos en que los Estados Unidos nos ayudarán a frenar el populismo de AMLO?

Hay que desengañarse y convencerse de que es ilusorio esperar que venga de fuera una ayuda que jamás habrá de llegar.

Por desgracia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, México y Afganistán deberán rascarse con sus propias uñas y no hacerse falsas ilusiones.

Y todo porque los Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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